General Martín Güemes

Militar. Era de noble estirpe y fueron sus padres don Gabriel de Güemes Montero, tesorero de la real hacienda y comisario de guerra de la provincia de Salta, y doña Magdalena de Goyechea y la Corte, dama de belleza singular y celebrada entre las mujeres de su época. Nació don Martín Miguel Juan de Mata, nombres que le fueron impuestos en la pila bautismal, en la ciudad de Salta, el 8 de febrero de 1785. Güemes, dice su biógrafo Frías, recibió desde los primeros años al amparo de su familia esmerada educación social, cual era de ley la recibiera entonces, con mayor o menor perfeccionamiento en el futuro, toda la juventud de su posición y de su clase, la que se tornaba a menudo más atrayente y original, si cabe, con la vivacidad que recogía el espíritu mediante aquellos viajes al Perú, a Lima y más tarde a Buenos Aires, a la que Güemes visitó por veces repetidas. Su instrucción superior la recibió en el colegio de San Carlos, de Buenos Aires, y no salía de nivel de lo común entre sus conciudadanos, pero lo suplía su natural inteligencia; estaba dotado de mucho ingenio, de una gran penetración y de mucha actividad. Inclinado a la carrera militar, sentó plaza de cadete el 13 de febrero de 1799, y a los catorce años revistaba en el regimiento de infantería destacado en Salta. Se encontraba en Buenos Aires cuando el ejército británico lo sorprendió en su primera invasión a la ciudad, tomando parte en la reconquista y defensa en el batallón Fijo, batiéndose denodadamente como teniente en Buenos Aires y en Montevideo. En 1810, se incorporó al ejército patriota destinado al Alto Perú, asistiendo a la batalla de Suipacha - la primera victoria de la revolución -, con el grado de capitán. Poco después se adelantó con una partida a sus órdenes, hasta Tarija a promover la insurrección.

Regresó luego a Buenos Aires, donde permaneció agregado al estado mayor, hallándose por un tiempo en el sitio de Montevideo. En 1815 volvió a Salta y se hizo notable, tomando la dirección de la resistencia popular contra los realistas, en una guerra llamada de recursos; convirtió en soldados a todos los habitantes de Salta y Jujuy; cooperó eficazmente a neutralizar los movimientos del enemigo por medio de sus famosas partidas de gauchos, a quienes entusiasmó por la causa de la revolución, infundiéndoles el sentimiento del honor cívico, despertándoles el amor entusiasta hasta el heroísmo por la libertad e independencia de la tierra en que habían nacido. Acometió la empresa de contener por sí solo, durante cinco años, al ejército realista. El 15 de mayo de 1815, se hizo nombrar gobernador intendente de Salta, cargo que ejerció hasta 1820. El general Güemes rechazó nueve invasiones del ejército realista a Salta, pereciendo en la última a consecuencia de haber sido herido por una partida de soldados realistas, que habían penetrado en la ciudad durante la noche. Quiso la fatalidad que una de las balas dirigidas en la sombra hiriese al caudillo. Dirigiose al paraje la Higuera, próximo a la ciudad, donde recibió ofrecimientos del jefe realista, que rechazó haciendo jurar a sus subalternos que expulsarían al enemigo o perecerían en la contienda. Así expiró este celebre caudillo a los 36 años de edad, el 17 de junio de 1821. El doctor Bernardo Frías, en su Historia del General Güemes y de la provincia de Salta perfila así la personalidad física del héroe: "No ha quedado de Güemes retrato alguno que nos pueda dar una idea cabal de lo que fué su físico.

El retrato que se ha popularizado de él, es solamente la materialización de los recuerdos, tomados de los labios de los contemporáneos que lo conocieron, con lo que se ha popularizado de él, es solamente la materialización de los recuerdos, tomados de labios de los contemporáneos que lo conocieron, con lo que se ha podido formar apenas un dudoso parecido, que aún está en camino de terminarse.

Por eso mismo nos parece muy del caso presente, reproducir con la pluma de la memoria lo que no fueron capaces los pinceles. Tenía Güemes un cuerpo esbelto y desarrollado, de talla erguida y alzada estatura, cuyo conjunto le daba una imponente presencia. No sobresalía por la hermosura de su fisonomía, que era de un blanco pálido; pero tenía no pocos rasgos de indiscutible belleza. Así eran sus perfiles delicados; su nariz alta, larga, ligeramente curva, casi recta. El corte de su boca de notabilísima perfección; los ojos de color pardo, con los párpados superiores llenos, notándose en uno de ellos la antigua ligera cicatriz de cuando niño, que le dejara una caída sufrida del caballo. Tenía una espaciosa frente. Su barba era renegrida y brillante, cuadrando varonilmente su rostro de expresión agradable y bondadosa, a quien daba mayor atracción y vida la profunda animación de sus ojos. Su presencia a caballo era imponente, pues era un jinete consumado. En cuanto a la organización militar que dio a Salta, consiguió levantar la provincia en masa, que se puso en pie como un solo hombre, contrayéndose en el más grande y patriótico entusiasmo a la instrucción y organización militar de todos los ciudadanos, desde los más distinguidos hasta el último paisano en esa guerra de exterminio que sostuvo por espacio de quince años y que de una provincia opulenta quedó despoblada y pobre al fin de la jornada memorable. El historiador doctor Vicente F. Lopez, al estudiar a Güemes en su Historia de la República Argentina, tomo IV, hace un elogio al inmortal caudillo y al referirse a su modo de operar, dice: "La campaña defensiva de Güemes que voy a escribir es, en mi concepto, un modelo en su género como plan estratégico y como ejecución consumada. No faltó en ella una sola previsión; no hubo que lamentar un solo descuido; y todas aquellas milicias movidas y electrizadas por el jefe de la provincia invadida, obedecieron directamente a una sola voz con la regularidad del ejército veterano más prolijamente preparado para las operaciones estratégicas de una guerra estrictamente campal. Si exceptuamos la famosa campaña de San Martín sobre Chile, las mayores luces de la escena y la imponente solemnidad de las batallas que le dan tantos prestigios, no hay entre las guerras de nuestra revolución ninguna otra que, como la de Güemes en Sala, ofrezca un modelo más acabado de regularidad en el plan y en los resultados". Y agrega el citado historiador que, en dos grandes combates en campo abierto considerados como verdaderas batallas campales, Güemes mostró que su pericia y sus soldados no eran inferiores a los guerreros justamente preciados contra quienes combatían. La actuación de este prócer puede estudiarse, aparte de las obras de los historiadores ya mencionados, en las de Paz, García Camba, Mitre, Carrillo y Zorreguieta. Los restos de Güemes descansan en una urna en la catedral de Salta y su estatua fue inaugurada solemnemente por el presidente de la República, teniente coronel don José F. Uriburu, en el año 1931.

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